En 1997 (entre Se7en y Fight Club) David Fincher estrena The Game un film que explora (en algunos momentos de forma satírica) las obsesiones que desarrollaría durante toda su filmografía así como también sirve como base para entender las características del cineasta y sus referencias en el marco de la modesta recorrida que estamos haciendo por su cine.
Las pesadillas de David Fincher
El film nos presenta a Nicholas Van Orton, encarnado por un Michael Douglas que combina a la perfección al Nick Curran de Bajos Instintos con el Gordon Gekko de Wall Street. La capacidad de Fincher para caracterizar a sus personajes utilizando unos pocos planos nos revela desde la introducción que es un multimillonario que tiene a la rutina como regla de vida, como forma de alimentar su necesidad de controlar cada aspecto de la misma. Nicolas Van Orton además de adinerado es sin dudas lo que socialmente se considera una persona poderosa, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de poder?, en Fincher el poder es tener el CONTROL sobre su vida y sobre la vida de los demás, aquí, y al igual que en Se7en con el personaje de John Doe ese control es acompañado una vez más de rasgos sociópatas que en Nicholas parecen menos peligrosos sólo por concepciones sociales. En la frialdad de Van Orton lo único que lo conecta con algún tipo de sentimiento es el recuerdo del suicidio de su padre al cumplir 48 años. Durante el cumpleaños 48 del mencionado personaje principal se traza una tensión entre su presente y ese hecho pasado que parece comenzar a desbordar en su interior y ahí es cuando aparecerá su hermano Conrad (Sean Penn) de quien hace tiempo no tiene noticias (corporización del pasado) para entregarle un regalo, “¿Qué regalarle a alguien que lo tiene todo?” pregunta Conrad en voz alta mientras le entrega un sobre, la respuesta a esta pregunta que planteará el film a modo de tesis es justamente “sacarle todo lo que tiene” generando una necesidad como motor del deseo y para hacerlo se le va a quitar a Nicholas el control transformándolo en una ilusión, este es el juego.
En las películas de Fincher se percibe mucha referencia al cine del Maestro Hitchcock, sin embargo, esa devoción nunca fue tan clara como en The Game en donde este director realiza casi una reactualización de Vértigo. Si en el clásico de 1958 resultaba terrorífico pensar en cómo Gavin Elster controla la realidad de Scottie sometiéndolo a sus intenciones dándole a éste la falsa ilusión de la libre elección, en The Game esta figura deja de estar presente en una persona para trasladarse a una empresa multinacional de entretenimiento llamada CRS. La identidad de esta empresa y su filosofía se revela en la escena en donde Nicholas se da cuenta que entraron en su casa. En el momento cuando éste ingresa, comienza a sonar White Rabbit de los Jefferson Airplane, las luces de su mansión fueron cambiadas por luces negras y las paredes fueron cubiertas de grafitis psicodélicos con insultos. Ésta, una de las escenas más irónicas del film, nos plantea que la empresa que realiza “juegos” para satisfacer a los millonarios parece venir de la generación de los 60´s o de sus ideales y además de sacar rédito económico de su negocio, disfruta sádicamente de burlarse de la generación de los 90´s y su capitalismo corporativo.
La narración, acompañada del diseño de fotografía del film, generan un espiral que busca simular la estructura (y los tópicos) de las pesadillas involucrando al espectador como a un personaje más, borrando la separación entre lo que es real y lo que no en lo que parece ser para lo que los rodean un modelo de paranoia egocéntrica de su protagonista. En el film el espectador intuye a lo largo de su metraje que todo es parte del juego al igual que lo hace Nicholas, sin embargo, es la incertidumbre de no saber hasta dónde va a llegar la pesadilla lo que lo mantiene huyendo y al espectador pegado al film. Esta relación personaje/espectador que Fincher trabaja en todo su cine se convierte en guiño al final. Cuando Conrad termina de firmar la cuenta de gastos junto a Nicholas se la entrega a uno de los empleados de CRS y este se retira diciendo “Gracias” mientras mira a Conrad y luego al girar dice “A ambos“, pero en esta línea de diálogo no sigue el eje de miradas dirigiéndose a Nicholas que está a izquierda de cuadro si no que lo hace mirando directamente a cámara de frente. Acá David busca hacer notar la representación del espectador con el protagonista de la misma manera que termina representándose la puesta en escena de CRS con la puesta en escena del cineasta cuando realiza un film, sólo que en este caso, el protagonista del film parece no saber que lo es, algo que puede ser cómico si pensamos en The Truman Show estrenada un año después que este film pero que en el realizador de El Curioso Caso de Benjamín Button es una pesadilla. Resulta de esta manera interesante también que éste, que realiza esos planteos, es uno de los films que están más obsesivamente realizados por el director (junto con Zodiac que habla acerca de la mirada). En The Game cada encuadre, cada movimiento dentro del cuadro que realizan los actores, cada luz y cada sombra, cada vinculo de acción-reacción en el guión e incluso cada “bache” argumental tienen una planificación más que meticulosa.
The Game es un film que a pesar de pasar a simple vista como un mero entretenimiento esconde una realización técnica perfecta sumada a un nivel simbólico en donde cada elemento encaja al igual que en el puzzle de los créditos iniciales y es por eso que merecía esta revisión.