Érase una vez en el Oeste (1968)

Érase una vez en el Oeste fue el quinto largometraje del gran Sergio Leone y el primero luego de la tardíamente aclamada y famosa Trilogía del Dólar, compuesta por Por un Puñado de Dólares, Por un Puñado de Dólares Más y El Bueno, El Malo y El Feo.

Al igual que en su inmediato anterior film protagonizado por Clint Eastwood, este film comienza con una larguísima secuencia de introducción, cerrada con un desigual duelo entre Harmónica y tres secuaces de Frank. Inmediatamente después de eso Leone nos traslada a la finca de los McBain, donde el testarudo y malhumorado patriarca de la familia se encuentra cazando unos patos para agasajar a su nueva esposa que se encuentra en pleno viaje desde Nueva Orleans, llamada Jill McBain. Además de por Brett, la familia estaba integrada por tres hijos que ayudaban a su padre en los preparativos de la fiesta de bienvenida de Jill, hasta que lamentablemente varias balas cortaron el aire y murieron terriblemente asesinados a manos de Frank y compañía.

Con la llegada de la reciente viuda al pueblo, se abre un nuevo frente para los asesinos, teniendo que liquidar a la recién llegada para poder llevar adelante el plan del magnate en ferrocarriles Morton.

Lamentablemente para Frank y Morton, Jill no será la única batalla que tendrán que librar para ganar la guerra, debido a que Harmónica y un grupo de ladrones protegerán a la reciente viuda por distintas razones que vamos a ir descubriendo a medida que avanza el film.

A diferencia de sus anteriores Spaghettis Westerns, Leone aquí se ocupa de contarnos la historia de manera mucho más seria y dramática, mientras que en los anteriores hay un tono mucho más cómico en la personalidad de los personajes y en la historia. Un claro ejemplo de esto son las similitudes en los personajes de Cheyenne y Tuco, diferenciando que el segundo es un personaje casi caricaturesco llevado adelante con maestría por Eli Wallach mientras que la interpretación del primero llevada a cabo por Jason Robards es mucho más sobria con solo algunos momentos de picardía. Siguiendo con los personajes, otra diferencia que encontré aquí es que los roles en los anteriores films de Leone no tenían ningún principio de código, cosa que cambia radicalmente en esta ocasión. En el film mencionado arriba Lee Van Cleef representaría la figura de villano, pero también podría caberle la definición de “menos malo” en el film, debido a que tanto Blondie como Tuco no representan un culto a la bondad y a la moralidad -recordemos que el primero roba a un viejo indefenso y el segundo no dudó jamás en traicionar a su socio-. Mientras que en Érase una vez en el Oeste la diferencia en los roles de los personajes es mucho más marcada ya que Frank es un terrible malvado y Harmónica es sin ningún tipo de dudas un héroe sin vestigios de maldad ni traición, algo que no se había dado con anterioridad en los Spaghettis Westerns de Sergio Leone.

El cuarteto principal de protagonistas es llevado adelante con gran soltura y maestría por Henry Fonda, Charles Bronson, la hermosa Claudia Cardinale y Jason Robards. Bronson es un tímpano hecho humanidad. Cada mirada, cada gesto, no emana el más mínimo sentimiento, excepto en el duelo final donde destila una radiante confianza. En cambio Fonda, en una de sus mejores interpretaciones, representa lo perfectamente opuesto al anterior, mostrando a un pistolero a sueldo visceralmente odioso y despiadado, despojado de todo sentimiento.

Por otra parte tenemos a una bellísima Claudia Cardinale que llega al pueblo siendo una prostituta refinada, para convertirse con el pasar de los acontecimientos en una fortachona mujer independiente, con un traspaso en su personaje muy bien llevado. Y por último encontraremos a Jason Robards encarnando al inolvidable Cheyenne, que vendría a ser el personaje que aporta con soltura los pocos momentos de humor que tiene esta película.

El momento del final, que es donde otras películas flaquean, aquí se destaca una vez más. Sin dudas las películas de este director se caracterizan por llegar a un espectacular clímax en ese momento, gracias a la sabia paciencia que tiene Leone para llevar adelante los desenlaces de sus films. Donde otros se apuran y se embarullan, Leone se aploma y clarifica. Al igual que en la épica e increíble Trilogía del Dólar, Sergio realiza una espectacular puesta en escena, dotada de maravillosos y lentos travellings, protagonizada por Henry Fonda y Charles Bronson que se encuentran englobados por un impactante paisaje desértico y montañoso, y elevados con una perfecta sincronización con las punzantes y deliciosas melodías compuestas por el gran Ennio Morricone. La simbiosis que han logrado estos artistas con la música de las escenas es algo insuperable.

Érase una vez en el Oeste es otra obra maestra en la corta, pero terriblemente fructífera filmografía de Sergio Leone.