Y un día apareció De Palma. Pero ¿de dónde salió? ¿quién es? ¿qué hizo? ¿qué hará? Esto último no puede contestarlo nadie, porque lo que hace es siempre lo mismo y distinto. Como dijo alguna vez, lo suyo no es contar historias comunes y corrientes sino filmar ‘ideas visuales’. ¿Qué significa eso? Vaya a saber uno, pero debe tener algo que ver con las magníficas secuencias por las que es famoso: los planos secuencia iniciales de Ojos de Serpiente y La Hoguera de las Vanidades, las pantallas divididas de Hermanas Diabólicas y Vestida para Matar, los finales desproporcionados de Scarface y La Furia, la sorpresa última de Carrie, el robo de Femme Fatale.
to; display: block;" alt="Brian_De_Palma_2" src="http://funcionagotada.com.ar/wp-content/uploads/2012/03/fotos_peliculas_fotos_Brian_De_Palma_Brian_De_Palma_2.jpg" width="550" height="190" />El tema es que para De Palma lo que importa es la forma, y esa es una de las claves de todo verdadero artista. Porque en el arte, como se ha dicho hasta el hartazgo, lo que vale es el cómo antes que el qué. Pero en el estilo está el contenido. El exceso de Scarface es simultáneamente una de las mejores críticas y celebraciones del capitalismo y su voracidad infatigable que expande los límites a la vez que destruye todo lo que toca. La Furia es una película de terror telepático cuyos protagonistas son agentes del gobierno y terroristas que usan a pibes como armas secretas en Medio Oriente. Redacted demostró que no basta con saber que la guerra es mala para acabar con ella, pero sobre todo que el mundo de las comunicaciones es el verdadero campo de batalla contemporáneo.
Todo el universo es una conspiración vacía de sentido para De Palma, y la realidad es ilegible de tan vasta. Su preocupación política está directamente vinculada a una preocupación, si no religiosa, filosófica. ¿Cómo vivir, si no trágicamente, en un mundo en el que nada es más importante que el deseo? Por eso ha dicho que el plano subjetivo es la piedra basal del cine, y por eso la adolescencia y la sexualidad son fundamentales para este hombre. Tanto Carrie como los chicos de La Furia tienen que averiguar quiénes son y qué quieren ser. Eso implica aprender a mirar a los padres con otros ojos y aprender a verse a sí mismos. Lejos de hacerlo con solemnidad, De Palma se vale del terror, el cine de gángster y otros géneros hormonales en los que la sangre y las vísceras son protagonistas.
to; display: block;" alt="Brian_De_Palma_3" src="http://funcionagotada.com.ar/wp-content/uploads/2012/03/fotos_peliculas_fotos_Brian_De_Palma_Brian_De_Palma_3.jpg" width="550" height="190" />De Palma es heredero de Hitchcock y de Bava, cineastas en los que sangre y sexo hacían pareja. Los dos, además, pensaron el cine como una puesta en escena del inconsciente, y el inglés también pensó en el inconsciente como otro nombre de lo sagrado. Por eso la religión, católica en particular, anda dando vueltas por las películas herejes, blasfemas, orgiásticas, pero a la vez trascendentes, de Brian De Palma. ¿O Tony Montana no termina como un Cristo en Scarface, cosido a balazos por sicarios y con los brazos en cruz? ¿O la tonelada de cocaína que aspira antes de matar y morir no es una forma invertida del martirio de Jesús, que se entregó sin resistir y negó la mirra sedante antes de expirar? ¿O Carlito Brigante no mira a la mujer como la diosa capaz de llevarlo a un paraíso que persigue pese a saber de antemano que no existe?
Y ese paraíso es Hollywood, pero el Hollywood clásico, el de los 30 a los 60, ese que De Palma, junto a Scorsese, Coppola, Carpenter y otros de su generación vieron cuando eran chicos y después desmenuzaron en la universidad, mezclándolo con dosis del mejor cine europeo de entonces: Godard, Antonioni y Chris Marker, entre otros, además de tempranos audaces como Eisenstein y Murnau. Por eso sus películas son clásicas, modernas, vanguardistas y experimentales a la vez. Nada queda fuera del universo De Palma, doble desmesurado de Hitchcock cuyo mundo en expansión traga y escupe todo el pasado, el presente y el futuro del cine, para ofrecernos una comilona de imágenes desaforadamente dignas de Welles y de Fellini.