Miami Vice (2006)

Michael Mann se dispuso en el 2006, luego de dirigir la brillante Colateral, a llevar a la pantalla grande la excelente serie homónima que escribió y produjo a mediados de los 80 y que contaba con las actuaciones estelares de Don Johnson y Philip Michael Thomas y que ahora tiene como remplazantes a Colin Farrell y Jamie Foxx.

Miami Vice nos contará cómo los detectives Sonny Crockett y Ricardo Tubbs deben infiltrarse en un peligroso cartel de droga de América Latina que opera por medio de grandes cargamentos en toda la costa este para encarcelar a los asesinos de varios agentes federales. En el medio Sonny comienza a mantener una relación amorosa con Isabella, una de las principales colaboradoras de Montoya, el jefe de la organización, que complicará las intenciones de los detectives en la riesgosa operación.

No voy a basar mi crítica solamente en puntos de comparación entre la serie y la película, ya que considero que las series y el cine, si bien manejan un lenguaje bastante similar, son mundos que tiene otros tiempos narrativos y por ende sería injusto entablar una igualación mano a mano de una película de poco más dos horas con una serie que tuvo 111 capítulos de 48 minutos cada uno para desarrollarse. Era esperable, aunque no está de más resaltarlo, que al estar Mann detrás del proyecto la esencia en la estetización, los autos, la utilización de la música, la violencia y la complejidad de las investigaciones de la serie iba a ser respetada.

El problema con Miami Vice es que Mann no logra en sus 134 minutos generar un estímulo, una empatía o algo que se acerque a eso para mantener nuestra atención durante todo su metraje. Parte puede ser culpa de la fallida e inexpresiva actuación de Farrell, pero el actor nacido en Irlanda no tiene la culpa de que Mann base la película en un personaje que tiene una madurez y un desarrollo casi nulo. Incluso es llamativo como el realizador de la brillante Fuego Contra Fuego no pone en contexto la descripción y justificación de las personalidades y relaciones de sus protagonistas, dejando librada esa justificación e interpretación psicológica solamente a la mística que guardan los Crockett y Tubbs originales.

Hay también en Miami Vice una frialdad extremadamente confusa que genera una distancia bastante difícil de asimilar, algo que Mann repite en Enemigos Públicos. Hasta el culebrón de telenovela grasienta e inverosímil es narrado con una parsimonia tremenda genera una absoluta indiferencia. Está tan mal llevada que no logra conseguir que el desarrollo del romance importe. La escena de Farrell (su rubio color queso cheddar no ayuda en lo más mínimo y es un atentado al buen gusto y a la vista) en la ducha post sexo con la pechugona y hermosa Gong Li es una de las más inentendibles y patéticas escenas dramáticas que le he visto llevar adelante a un director de la talla de Mann en mi vida.

Más allá de las cuestiones mencionadas arriba, que no son para nada menores, resulta llamativo que la película aún así funcione. Quizás es por las estimulantes escenas de acción, quizás es por la eficaz narrativa de Mann, quizás es por la medida, sólida y estimulante caracterización de Jamie Foxx, quizás es por la brillante fotografía o por ese tensionado y real tiroteo final, pero Miami Vice consigue en varios pasajes entretener e impresionar por la potencia de sus secuencias (la escena de apertura es majestuosa y es claro un ejemplo de esto). El problema es que a una película que adapta una de las series más emblemáticas de la década de los 80, y que encima contaba con un gran director detrás y un confiable reparto delante de las cámaras, uno debe pedirle mucho más que un producto enlatado, frío y apenas comestible.