Brooklyn

El paraíso Wasp

Brooklyn es insípida, cansina, falta de ideas y por momentos algo boba en sus resoluciones. No hay valoración alguna del plano como primer dador de sentido ni pretende comunicar a través de la puesta en escena. Todo es tan estructurado como los dos grandes estereotipos que propone: El católico y el inmigrante.

Eilis (Saoirse Ronan) es una inmigrante de la Irlanda verde (católica) que viaja a Estados Unidos buscando, claro está, esa suerte de paraíso terreno que era el país anglosajón en los años cincuenta. Mientras intenta adaptarse a los hábitos de la ciudad de New York y superar la nostalgia por su tierra conoce a un inmigrante italiano del que se enamora.

Supuestamente el film está basado en una novela escrita por un ex integrante del IRA pero no sólo no hay critica o siquiera reflexión hacia lo anglosajón, sino que el catolicismo lejos de ser el lugar de propiedad por el que una parte de Irlanda aún lucha es mostrado en la película como un espacio poco civilizado del que es necesario salir para entrar al mundo wasp. Este mundo, representado en la Estados Unidos de los 50´s, sin embargo, es apenas una postal, del mismo modo que lo es la Iglesia o las costumbres tanto irlandesas como italianas. Esa propuesta deja todo el peso del relato sobre la capacidad de representación de sus personajes y el modo de desarrollo del conflicto. El resultado no es bueno, el conflicto en sí está tan poco desarrollado, resulta tan anecdotico que los actores no pueden hacer otra cosa que acompañar esta mediocridad con actuaciones tibias.

John Crowley escapa constantemente de la posibilidad de generar reflexiones y sublecturas. Estos deseos de ser complaciente terminan reduciendo su film a la anécdota olvidable.

Su nominación al Oscar, por supuesto, es lógica. Responde a varios de los síntomas que viene expresando la Academia desde hace algunos años. La demagogia, la absorción (pero nunca inclusión) de lo “otro” y la cada vez más creciente tendencia a subyugar el lenguaje cinematográfico al puro registro fotográfico , al vodevil discursivo y a la solemnidad como marco para la anécdota nimia.