Deadpool: La conexión Noir
Deadpool tiene varios aciertos. El principal es tener como meta divertir. Su director (Tim Miller) en el camino hacia el objetivo de entretener durante casi dos horas no se deja tentar ni por la necesidad de establecer las semillas de una secuela, ni porque la película sea funcional a la supertrama del universo X-Men. De más está decir que eso resulta honorable.
La trama en Deadpool es en sí, uno de los macguffins más grandes del cine de superhéroes. El objeto de deseo del personaje es tan superficial como él mismo, pero bajo esa simpleza o linealidad, se esconde una estructura muy aceitada que encuentra sus influencias en el lugar menos pensado dada las características de la propuesta: El policial negro. La ópera prima de Tim Miller, salvo por su atmósfera pasatista, cumple las reglas principales del noir clásico. El héroe, cuya moral es dudosa (el término antihéroe nunca es bien usado) por tratarse de un mercenario, conoce una femme fatale (en este caso una prostituta postfeminista) que será el motor de sus acciones heroicas sin antes transitar un espiral descendente propicio para que su condición heroica se constituya.
Formalmente, sus escenas se conectan a partir del uso de la voz en off mezclada con flashbacks. Este díptico fue la punta de lanza del policial negro por aportar, como ningún otro, a la concepción de que el pasado, y sus cuentas pendientes, tienen un peso material que moldeará irrecuperablemente las acciones del presente, hasta que el héroe rompa ese círculo a través de una transformación de su persona que bordea la metafísica. El cáncer de Wade (aka Deadpool) no es otra cosa que la consciencia de la muerte inminente tan presente en el detective del noir. Esa consciencia, tanto en aquellos policiales como en este, ubican al personaje principal en un espacio entre mundos, otorgándole una visión de una claridad intelectual casi inhumana, ya que puede ver a partir de esta, la realidad como una puesta en escena (por eso films como Matrix también anclan su estructura en el noir).
El personaje, incluso en el comic, siempre tuvo como características el constante dialogo metalingüístico y la interpelación hacia el espectador. Sin embargo, es un hallazgo de los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick (ambos de Zombieland) el haber establecido como justificación de esta, la estructura temático-formal del policial negro. Eso hace que Deadpool no sea un cumulo de referencias inocuas sino una película sumamente autoconsciente.
A pesar de su aparente superficialidad, Deadpool basa su estructura temático-formal en el policial negro.
Para disfrute del espectador todo este carácter simbólico es transferido (como en las buenas obras) sin entrometerse nunca en la trama principal ni sumar ruido a la misión primera, que es la de disfrutar del universo que se nos plantea.
El humor en Deadpool está tan afilado que es difícil entender si lo que funcionan son los chistes en sí, la puesta en escena que materializa los mismos, el montaje que le da ritmo o la acertadísima actuación de Ryan Reynolds encarnando a ese bufón perfecto conocido como el mercenario bocaza. Si algún espectador nunca leyó un comic de este superhéroe, sólo con ver la película puede darse una idea de las razones por las cuales su carisma hizo que tenga el lujo de tener una saga en la cuál literalmente “mata a todo el universo Marvel”.
Cuando parecía que el cine de superheroes (sobre todo el del universo Marvel) tenía muy poco que ofrecer, aparece esta obra de Tim Miller para recordar que hacer una comedia o cualquier entretenimiento mainstream no tiene que ser siempre sinónimo de subestimar al espectador.
Título Original: Deadpool // Dirección: Tim Miller // Reparto: Ryan Reynolds, Ed Skrein, T.J. Miller // Guión: Rhett Reese y Paul Wernick // Origen: Estados Unidos (2016) // Duración: 108 minutos // Género: Acción // Fecha de Estreno en ARG: 11 de Febrero de 2016