Pensada originalmente con una relación especular respecto de Los Juegos del Hambre, Divergente es algo más y algo menos que aquel megatanque.
Nada que no hayamos visto antes en 1984 y sus –más o menos libres– adaptaciones cinematográficas (casos como el de Equilibrium -Kurt Wimmer, 2002-; esa genialidad de Terry Gilliam llamada Brazil -1985-; las dos 1984 del ’56 –Michael Anderson- y del ’84 –Michael Radford-), Fahrenheit 451 (y su reversión a cargo de Truffaut -1966-) y sus adaptaciones a la pantalla grande. Todo parte de una misma premisa: en un futuro distópico, los gobiernos totalitarios controlan el mundo y han logrado alcanzar la paz, a costa de suprimir el libre albedrío, la libertad de expresión y los sentimientos, gracias a un sistema de fuerte monitoreo y censura por parte de un estado absolutamente omnipresente e intervencionista que no tolera ninguna clase de sedición o rebeldía.
En esta nueva entrega de ciencia ficción distópica, nos topamos con más o menos lo mismo: una sociedad dividida en facciones (grupos con similares valores con características propias de un estado o provincia): Verdad, Erudición, Cordialidad, Osadía, Abnegación. Cada una sirve a un propósito determinado (división del trabajo) y el estado federal las controla a todas. Cada individuo nace dentro de una facción determinada y, a los 16 años, puede elegir quedarse en la facción en la que ha nacido o cambiarse a otra en la que se sienta más a gusto, teniendo para ello que atravesar una prueba que le dará indicios sobre la facción a la que verdaderamente pertenece.
Ahora bien, una vez abandonada la facción familiar, jamás se puede retornar a ella o volver a ver a los padres. Tris (Shailene Woodley), nuestra protagonista, nació en Abnegación pero siempre sintió que su verdadero destino estaba en Osadía; sin embargo, en su prueba de aptitud, un dato importante le es revelado: ella es una Divergente, es decir que posee características de varias facciones, no de una sola, cualidad que la volverá una amenaza para el sistema (la persona que, en última instancia, adquiere conciencia de lo que ocurre, sin ser objeto de manipulación, un Winston Smith contemporáneo versión teen) y víctima de persecuciones. En Osadía conoce a un joven (Número Cuatro, interpretado por Theo James) bastante apuesto que también es divergente y… bueno, el resto ya se lo imaginan.
El problema principal de Divergente es que no logra ir más allá del conflicto que plantean las fantasías distópicas totalitarias.
Como decíamos antes, estamos frente a un Orwell premasticado for dummies pero, el problema principal que presenta la película es que no logra ir más allá del conflicto que plantean las fantasías distópicas totalitarias (que, desde la mencionada 1984 hasta El Demoledor no han sabido salir del lugar común de la dinámica opresores-oprimidos, victimarios-víctimas, sin zonas grises, complejas, contradictorias, incómodas).
Y, para colmo, lo hace sin una pizca de humor, de materialidad, de sensación de vida. Si incluso hasta el sexo está vedado, a los protagonistas pero también a nosotros, que nos calentamos innecesariamente con la promesa del estallido hormonal que nunca termina de estallar, en una escena risible en la que Tris y Número Cuatro, finalmente a solas luego de largos coqueteos e histeriqueos, deciden no ponerla, mientras Tris esboza, con cara de monja violada, que quiere esperar, que no quiere ir tan rápido. La pacatería a la orden del día.
Montada sobre la estrategia de parejita protagónica que se reconoce en el proceso de autodescubrimiento (de nuevo un camino del héroe para una heroína salida del común), si algo trae Divergente es, nuevamente, esta idea de la autosuperación y el corrimiento del mandato familiar, en parte como lo hacía Los Juegos del Hambre. Ahora bien, la moralina subyacente (por lo menos en este caso) es siempre ultraconservadora: en la vida hay que correr riesgos, hay que romper con los mandatos y buscar el camino propio; pero, guarda: esto siempre trae consecuencias, cuando menos, nefastas.
Ahora bien, lo que en Los Juegos del Hambre era un gran espectáculo en todo sentido, y una crítica hacia el mundo del showbiz y los medios masivos, así como también a la estructura política y social de la nación, pero con una dosis de humor producto de la hipérbole en la construcción de varios personajes y situaciones, en Divergente todo es solemnidad y pacatería dentro de un universo que lucha por la liberación y la justicia pero que termina siendo, de base, absolutamente feudal y conservador.
Dato interesante: la división de clases es vista como algo natural y deseable, y los que no pertenecen a ningún facción (los outcasts, los pobres, borrachos, vagos) son una vergüenza para toda la sociedad y la casta a la que van a parar quienes son expulsados de su nueva facción. No son una amenaza, ni son libres ni nada: son la escoria más execrable de la sociedad. Vaya crítica. Vaya reflexión social. Habría que retrotraerse un siglo atrás y pensar en el Griffith de El Nacimiento de una Nación -1915- para arribar a semejante conclusión.
Título Original: Divergent // Dirección: Neil Burger // Reparto: Shailene Woodley, Theo James, Kate Winslet, Ray Stevenson // Guión: Evan Daugherty y Vanessa Taylor // Origen: Estados Unidos (2014) // Duración: 90 minutos // Género: Acción, Ciencia Ficción // Fecha de Estreno en ARG: 17 de Abril de 2014