La Mejor Oferta

La mujer del cuadro

Es inevitable no recordar al director cuando se menciona la película Cinema Paradiso. El nombre tore/">Guiseppe Tornatore ha quedado grabado en la memoria de aquellas personas que aman el séptimo arte.

El cine como formación intelectual, creador de ilusiones y fuente de inspiración para la vida, tore/">Tornatore trabaja con astucia el guión de su reciente película La Mejor Oferta (La Migliore Offerta). Posiblemente una de las mejores películas de suspenso de los últimos años.

Una enorme construcción de cine puro, de entramados y engranajes, que van uniéndose a medida que avanza el metraje. Un enmarañado que va creándose durante toda la película para demostrarnos que nada de lo que vemos puede ser real o solo una cara de la misma moneda.

Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es considerado uno de los mejores subastadores. Sobre el estrado se maneja con maestría y gracia para rematar cualquier tipo de objeto. Así como dirige con soltura a los compradores presentes y telefónicos, articula los mejores engaños para adquirir increíbles ofertas y ser finalmente poseedor de retratos femeninos, obras preciadas de grandes artistas, a través de un comprador, su único y confiable amigo Billy (Donald Sutherland). Pero toda la picardía que Virgil brinda en las subastas se disuelve en la vida diaria.

Virgil es un hombre solitario, excéntrico, egoísta, puntilloso y de mal genio. Además, también tiene la manía de no tocar ningún objeto sin poseer sus delicados guantes. Esa separación y distancia que pone con el mundo exterior se diluye cuando ingresa a su habitación secreta, una especie de sarcófago oculto y resguardado, lugar donde guarda de piso a techo su colección de cuadros. Miles de rostros de mujeres, de miradas, sonrisas, secretos y misterios plasmados sobre el lienzo son observados por su dueño, único admirador que disfruta desde su sillón siendo el primer espectador. Para sentir esa misma sensación tore/">Tornatore deja fluir la cámara como pinceladas sobre la pared para que podamos admirar esas caras enmarcadas, logrando una escena visual y musicalmente (banda sonora de Ennio Morricone) placentera.

Un llamado telefónico y una equivocación de roles, Virgil se hace pasar por su asistente. Del otro lado de la línea se encuentra Claire, una joven que tras la muerte de sus padres decide subastar todos los objetos que se encuentran en la casona.

Después de varios entredichos, falsas apariencias y encuentros no concretados que tuvo en la casona Virgil y Claire, ella manifiesta que sufre de agorafobia y mantendrá contacto con él a través de un muro.

Cuando la tensión sede y las visitas del equipo de trabajo de Virgil aumentan para catalogar los objetos, la relación entre ambos irá mejorando. Un día en su recorrido por la casa, el subastador encontrará un elemento de hierro, un engranaje, un fragmento de algún mecanismo que llama su atención. Para corroborar su procedencia decide llevárselo a su joven amigo Robert (Jim Sturgess), experto en fabricar y arreglar objetos extraños. Varias deducciones giran alrededor del llamativo objeto, pero para ser más precisos Robert sugiere a Virgil que regrese a la vieja casa y consiga más piezas.

Así como descubre sus manos para tocar un rostro pintado en el lienzo, Virgil en sus visitas a la casa -con la ansiedad de encontrar más trozos de metal- va conociendo a Claire, también en partes. Primero fue su voz, luego su personalidad, sus miedos y delicadeza; partes fragmentadas de una mujer que harán de Virgil un ser más tierno y vulnerable. A medida que aumenta la construcción de un mecanismo a través de objetos sueltos, Virgil va componiendo a la joven en partes iguales. Este suspenso que genera el director, provoca en el espectador un frenesí, una intriga por descubrir quién es la muchacha del otro lado del muro y cual es el objeto revelado.

De fragmentos y engranajes se componen el lenguaje de esta obra de puro suspenso y mentiras.

La Mejor Oferta está plagada de sutiles engaños, falsas apariencias, personajes con doble cara, giros argumentales, mentiras tan reales que parecen verdades y puestas en escenas perfectamente sincronizadas.

La crítica cinematográfica denomina a esta película como una gran obra hitchcockiana pero tore/">Tornatore prefiere romper ese encasillamiento dejando su firma plasmada de otro modo.

A diferencia de los cameros que realizaba Alfred Hitchcock en sus propios films (una manera de firmar sus obras), tore/">Giuseppe Tornatore, reafirma su autoría y maestría desde una simple línea argumental. Una revelación bastará para burlase descaradamente de nosotros, vulgares espectadores, observadores de algo intangible, incapaces de tocar la verdad aunque esté ante nuestros ojos.

"Todas las falsificaciones tiene algo de auténticas. El falsificador no puede evitar traicionarse a sí mismo dejando su huella, un simple cambio en la pincelada que descubre su sensibilidad"(Virgil Oldman).