El Perro Molina, de José Campusano (Sección: Competencia Internacional) por Ulises Picoli. Puntaje: 8.
El cine de Campusano puede que sea bruto, pero principalmente, es uno que elije contar historias. Y no cualquiera, su cámara busca aquellos lugares (y personajes) que muchas veces son obviados, vilipendiados o despreciados. En el recorrido de la provincia de Buenos Aires que viene haciendo desde hace más de diez años esta vez cuenta la historia de un tal Perro Molina. Forajido (aquí se palpa un policial y un western) y ladrón, pero también hombre de palabra. Una historia ubicada en Marcos Paz con personajes tan cinematográficos como dramáticos: un comisario corrupto, un adolescente enfermo de violencia (y sicario desquiciado de la policía), la ex del comisario devenida en puta, y el Calavera, regenteador del quilombo donde ella trabaja. Entre ellos y el Perro se cocina un caldo que uno sabe que es imposible salga bien. Si algo resiente a la película es aquello que es marca reconocida del director, la participación de actores y no actores hace que por momentos uno se desencaje del relato. Así también el uso de tiempos verbales que no se condicen con el ámbito de cotidianidad y visceralidad que retrata. Pero la potencia del cine de Campusano se lee en su amor hacia esos personajes desvalidos que sobreviven la realidad que les toca, sin juzgarlos, dejándolos ser en un mundo que no será el mejor de los mundos, pero que está ahí afuera.
Alma Salvaje, de Jean-Marc Vallée (Sección: Autores) por Ignacio Moretti. Puntaje: 6.
Alma Salvaje (Wild) es el relato de viaje de Cheryl Strayed, interpretada por la cada vez más reconocida Reese Whiterspoon y basada en las memorias que la propia Cheryl escribió de su viaje de despojo y reconciliación, con su madre, con su vida y con ella misma. La película es literalmente un relato, en ningún momento se despega de esa idea de recitar lo escrito, de citar, incluso filmando palabras, letras, oraciones enteras. Sensación de autoayuda, de película respuesta, y de respuesta es voz alta.
El director, Jean-Marc Vallée, nos declara a gritos, con buen ritmo y sin inventar nada; cruzando los caminos de Cheryl, los literales llenos de tierra y piedras, y los de su vida, de igual calibre; formando una obra balanceada, con las limitaciones y exaltaciones que esto provoca, y que probablemente competirá por su lugar en los premios oscar, al igual que su última película, la aclamada Dallas Buyers Club.
Brascó, de Ernesto Livon-Grosman (Sección: Panorama) por Ulises Picoli. Puntaje: 3.
El documental del poeta, dibujante y periodista, Miguel Brascó, es un desperdicio. Tanto por la calidad cinematográfica del documental, como por lo mostrado acerca de la vida de personaje. Presentado como una entrevista a Brascó sobre un fondo blanco, la película (es mucho decir) de sesenta minutos se acerca más a un documental televisivo que a un documento de valor cinematográfico (o reconstrucción de un tiempo, según el director). No sólo es un torpe recorrido de anécdotas sin ilación interesante (apenas se rescata una graciosa sobre su infancia y un guanaco como mascota) sino que disminuye la figura del entrevistado con el claro abuso, y única idea, de contar anécdotas con personajes como Xul Solar u Onetti. Otra marca de este film lavado es tratamiento superficial sobre las cuestiones políticas como Malvinas, la dictadura y su amigo Rodolfo Walsh. Brascó es una visión que se siente lejana y apática, manufacturada para el amigo americano.