Siempre hubo, en mayor o menor medida, una importante presencia de producciones latinoamericanas en Festivales de Cine alrededor del mundo. Ahora, que un fin de año extasiado exige ciertos replanteos sobre la producción cinematográfica nacional e internacional que se vio en los últimos doce meses, podemos volver no sólo hacia los largometrajes en competencia en el extranjero, eesta vez, algunos casos que se vieron en el último Festival de Cine de Berlín, donde entre otras estuvieron las argentinas Historia del Miedo (Benjamín Naishat, 2014), La Tercera Orilla (Celina Murga, 2014) y la brasilera Praia do Futuro (Karim Aïnouz, 2013). A su vez, en las secciones Generation y Generation K Plus, orientadas hacia un público joven–no excluyente- pero sí que refleja sus inquietudes, proyectos y perspectivas, participaron cuatro largos de estas latitudes: las argentinas Atlántida /Inés María Barrionuevo, 2014), Ciencias Naturales (Matías Lucchessi, 2014), Somos María Pepa (Samuel Kishi Leopo –México, 2014) y de Ecuador, Feriado (Diego Araujo, 2014). A su vez, resulta muy gratificante y elocuente la presencia de tres cortos en la Competencia Oficial: los cubanos La Casona (Juliette Touin 2013), Un Paraíso (Jayisha Patel, 2013) y de Perú Sólo te Puedo Mostrar el Color (Fernando Vílchez Rodríguez, 2014).
En mayor o menor medida, siempre hubo una importante presencia de producciones latinoamericanas en Festivales de Cine alrededor del mundo.
Caería en una visión simplista, errónea y europeísta el conciliar cualquiera de estas producciones en el marco de una mirada latinoamericana. Ceñirse a un exotismo arcaico integrador en el registro cinematográfico no es menos que retroceder hasta preconceptos etnocéntricos y casi imperialistas. Hay futuro; y el cine latinoamericano de calidad no cae en ese lugar común ni subestima a su público. Es, como cualquier otro, el festejo de las diferencias. Pero es innegable, si acaso algo lo une, una relación primigenia con la naturaleza. Símbolo de pertenencia o disputa, este tópico, lejos de desaparecer, está presente en todo tipo de expresiones culturales y, por excelencia, en el lenguaje cinematográfico. A continuación, Fernando Vílchez, programador del Festival de Cine de Lima y director de Sólo te Puedo Mostrar el Color, nos habla, tomando de partida su propio trabajo, de la innegable importancia de la tierra y la relación con la naturaleza en el registro cinematográfico, su permeabilidad política y, si es que existe, como identidad latinoamericana.
Sólo te Puedo Mostrar el Color (Perú, 2014) tuvo su estreno mundial en la 64° Berlinale 2014. Segundo cortometraje en competencia en este Festival (en el 2011 presentó La Calma) que revela, de un modo urgente y desgarrador partes de un conflicto indígena que parece no tener fin. Con una postura política y estrategias cinematográficas punzantes, Fernando Vílchez Rodríguez logra, de modo conmovedor, plantear el dilema del antagonismo entre los mecanismos del poder -siempre abstracto- y la lucha de los silenciados que no se conforman con serlo.
F.A: Fernando, Sólo te Puedo Mostrar el Color es tu segundo corto en Competencia Internacional en la Berlinale: ¿cuál es tu experiencia al respecto? Tanto como director y programador de un Festival también.
F.V.R: Como director te puedo decir que, para mí la primera vez que fui fue en el 2011, era totalmente nuevo, para una persona que no conoce básicamente nada de festivales y que sigo siendo ignorante en muchos temas, obviamente el tema de volver porque te seleccionaron un trabajo es como un gesto de confianza hacia las cosas que hacemos. Que somos muy poca gente; es un equipo de cuatro personas. Es como que te reafirma un poco en principios sobre que están buscando con relación al cine y con relación a un cine político quizás también porque la película es muy política. Tiene una posición muy fuerte en relación a un suceso que pasó en Perú. Pero te da esta reafirmación, esta convicción de que hace falta, quizás. Y a mí me molesta un poco quizá decir que hay in cine político, necesario… pero está bien también hacerlo, ¿no? No hay mucha gente que se anime a hacerlo.
F.A: ¿Cuál es la situación actual del cine peruano?
F.V.R: Yo creo que cada tres años, por ahí, aparecerá un nombre nuevo, que e pronto es un boom. Lo de Llosa, por ejemplo, y ahora filma con Jennifer Connelly, con Mélanie Laurent… o los hermanos Vega que estuvieron en Locarno el año pasado en competencia. Pero son como chispazos sueltos, que obviamente requieren mucho talento y también muchas co-producciones a una escala que para los cineastas peruanos todavía no hay una industria.
F.A: ¿Sentís que hay un apoyo del gobierno?
F.V.R: Muy pobre. Cada año hay que pelear para que se cumpla la ley y ni siquiera para que se cumpla completa. ¡Pero bueno, al menos hay! Que ya es algo. La ley data de la época de Fujimori. Lo bueno es que están discutiendo una nueva ley, hay una voluntad.
F.A: Hablando de lo que es el “cine político” tu trabajo se perfila como un documental de denuncia. ¿Cómo discernís lo que es el cine político de lo que es el cine de autor? ¿Te parece que hay una diferencia?
F.V.R: Yo creo que no hay separación. Al momento en que tú pones la cámara en el suelo sobre el trípode ya hay una mirada muy clara sobre lo que vas a mostrar. En ese sentido, al tocar ya el tema que estamos tocando, tienes que tener algunos principios muy claros. Por ejemplo el tema de la identidad. El tema de ofrecer miradas nuevas a un problema que no es peruano, que es mundial. Los problemas medioambientales son para mí los grandes problemas del siglo XXI. Entonces para mí ofrecer una mirada nueva -ni siquiera es nueva, es como una mirada honesta, tranquila- a grupos indígenas que en Perú es un poco complicado porque son totalmente alejados, algunos incomunicados; como sociedad cargamos también con un racismo de siglos atrás y tiene una carga de prejuicios ahí latentes. Entonces es momento de empezar a observar de manera muy frontal, muy abierta a estos grupos. Incluso de llevarlo al límite, porque el cortometraje en varios momentos ellos cogen las cámaras y las imágenes que se ven son de ellos –así sean borrosas, fuera de foco- pero es como asumir una igualdad.
Fernando Vílchez Rodríguez: Me parece que hay un futuro prolífico en el cine peruano.
F.A: ¿Cómo fue tu acercamiento hacia ellos? ¿Fue un trabajo de investigación? ¿Estaban abiertos al proyecto?
F.V.R: No, fue muy difícil. Porque no querían un contacto con nadie. Pasó este conflicto que se ve en el corto (estamos hablando del 2009). Yo me acerqué en el 2011 proponiendo este documental, proponiendo ingresar a las comunidades ante 74 líderes a nivel nacional (cada uno maneja comunidades de mil personas). Y al principio fue un debate horrible, yo no entendía su lengua… me dejaron ahí de pie, y por tres horas empezaron a discutir entre ellos a los gritos, y al final me dijeron que no les interesaba gente de afuera, extraña. Pensaban que yo era periodista, o de ONG´s… Pero luego de muchas discusiones, me pidieron un gesto de voluntad y que entregara algo mío:, algo personal. Entonces les ofrecí lo único que sé hacer: un taller de video para los jóvenes de las comunidades. Fueron como noventa días de “negociación” y al final me dejaron entrar. Los jóvenes estaban súper entusiasmados. Y en el cortometraje los ves por primera vez tomando las cámaras, de manera un pco torpe pero muy sentido, muy humano.
F.A: ¿Quiénes son tus inclinaciones artísticas?
F.V.R: Cuando empezaba el proyecto y a lo largo del montaje y de la edición tenía muy en claro el cine de Sylvain George, todo lo que hizo en Calais, sobre el reciclaje. Las Figuras de la Guerra, que ganó en BAFICI, es tremenda, porque tiene una manera tan natural y casi tan anónima de acercarse a los inmigrantes… yo estaba totalmente conmovido. Justo fue a mi Festival y pude ver todo y conversar con él, discutir la manera en que uno se acerca al otro, la manera en que uno asume un tema controversial.
F.A: Te parece que la cámara es a veces una barrera o un puente?
F.V.R: No, es un puente. Pero quizá a este punto es una novedad, porque usualmente es una barrera, es la manera como realizamos nuestros pensamientos hacia el otro, nuestros prejuicios hacia el otro. Pero desde el concepto la idea era ofrecer la cámara. Yo lo veo como un puente.
F.A: ¿Y te parece que eso sucede en un Festival Europeo? ¿Cómo recibe un film de esta envergadura?
F.V.R: El back-up que he tenido es sorprendente porque obviamente es un conflicto que ignoran, no saben qué sucede. Pero no sólo por el conflicto, sino por lo que se ve: las imágenes de la selva y los cielos son fascinantes, las personas… obviamente esto pasa más en Berlín porque tiene una visión más cosmopolita, de hecho tiene una sección indígena. Obviamente hay un interés y un público que se va formando sobre el tema.
F.A: ¿Estás consciente de la comunidad latina que vive allí?
F.V.R: Sí, nos han contactado varios, nos apoyaron mucho. Me parece que hay un futuro prolífico en el cine peruano. Está Omar Ferrero, Raúl del Busto, Héctor Galvez, los hermanos Vega. Pero más allá de ellos, estos nuevos, casi subterráneos que empiezan a hacer trabajos audiovisuales con pequeñas cámaras, sólo les falta ser descubierto, que los promuevan. Perú está en un buen momento para que en dos o tres años haya ocho buenos títulos, por ejemplo.
F.A: ¿Hay un interés del público peruano hacia la producción nacional?
F.V.R: Sí, muchísimo. En Perú hay unas diez, doce películas al año. Por eso el interés también.
F.A: ¿Tu próximo proyecto es un largometraje. ¿De qué trata?
F.V.R: Es una isla guanera. Perú ha tenido en el siglo XIX este boom económico que casi lo pone en el primer mundo. Se vendía a todo el mundo. Y es un trabajo que se sigue haciendo. Perú en este momento está súper expectante a nivel económico. Pero siguen estos hombres realizando el mismo trabajo que hace doscientos años. Y es como un lugar totalmente olvidado. Para mí es como el limbo de Dante. Totalmente abstracto y rodeado de neblina, sin ver el suelo, sólo aves…
F.A: Nombras y se percibe mucho a la naturaleza en tus trabajos. Como cineastas, ¿cómo manejás el tema de los colores y su importancia?
F.V.R: Sobre todo en el paisaje, porque es una manera de registrar todo. Y obviamente Perú tiene unos paisajes como para regalar…
F.A: Como director, ¿cuáles son para vos las estrategias de producción y distribución que puede tener el cine peruano?

Sólo te Puedo Mostrar el Color (2014, Fernando Vílchez). Corto en Competencia Oficial 64° Internationale Filmfestspiele Berlin
F.V.R: Hay un cine peruano que apunta directamente a lo comercial, poniendo estrellas (como en todos los países). Y que dura tres meses en cartelera y está bien, es lo que mueve un poco al cine peruano. Pero hay otro que tiene que ser mostrado en espacios nuevos, sea en Festivales, sea en plataformas de internet, o en cines especiales, abiertos a la gente.
F.A: ¿Cómo se trata el conflicto indígena en Perú?
F.V.R: La historia de los conflictos nativos es larga y complicada. Son décadas de olvido. Hay un avance en este gobierno, se ha creado una ley de consulta previa que significa que ya nadie puede hacer nada en estas regiones sin consultar al menos.
F.A: En relación al cine latinoamericano, ¿ves algún tipo de proyecto en común sobre ciertos temas?
F.V.R: Hay cineastas que son tan buenos como Carlos Reygadas, que me gusta mucho, pero la estela que está dejando sobre los jóvenes realizadores, que quieran hacer el mismo tipo de cine, quizás es un problema.
F.A: ¿Hay un cine que te parece que esté hecho para Festivales?
F.V.R: Sí, totalmente. Pero a mí – y lo digo también como programador- sólo me interesan experiencias radicales. Cosas que me sacudan directamente.
F.A: ¿Por qué filmás?
F.V.R: Hago una introducción primero para responderte. El trabajo anterior, La Calma (2011) fue sobre un terremoto que hubo en Perú en el 2007. No fue en mi ciudad, se trató de un hombre que había perdido todo en cuestión de segundos. Este hombre que había perdido todo en un momento, a mí me ha pasado muchas veces, yo he caído al fondo muchísimas veces y en pocos segundos y en perderlo todo. Este caso, el de los nativos y de la selva me importa porque hay una fractura personal obviamente. Filmo porque tengo muchas cosas que curar, supongo, por dentro, y viendo los casos de afuera intento un poco recomponerme. No creo que sea una terapia, eh. O algo de lo que me pueda curar. Es una manera de no sentirme solo también.
F.A: ¿Empatizás con tus personajes?
F.V.R: Muchísimo. En Perú todos tenemos una historia muy fuerte. Todos tenemos un conflicto, una fractura social dentro de nuestra familia. El cine no es un paliativo, pero sí un detonador. Es coger la cámara, ponerse de pie, y gritar.