¿Cómo puedo criticar la nueva adición a la colección de Netflix de parte del Universo Cinemático de Marvel cuando la historia me gustó tanto pero los personajes tan poco? La libertad de la televisión les da paso libre a las series de ser tan oscuras como quieran, y Jessica Jones se aprovecha de eso a fondo.
El personaje titular (Krysten Ritter) de este neo-noir sui generis es una joven cínica y abrumada que, pese a tener super fuerza y agilidad extraordinaria, está desencantada con la idea de ser una heroína y reduce su rutina a trabajar como investigadora privada y a tomar alcohol. Mucho.
Sus problemas comienzan cuando ella tiene que encontrar y salvar a una chica que fue víctima de un tal Kilgrave (David Tennant), una figura oscura del pasado de Jessica y el hombre que acecha sus pensamientos más oscuros.
Esta anti-heroína pone en sus hombros el trabajo de detener a este tipo para que nadie más tenga que sufrir las cosas terribles que ella sufrió.
La acompañan en su aburrida vida cotidiana su mejor amiga y personalidad radial Trish Walker (Rachael Taylor), su nuevo algo-así-como novio superhéroe Luke Cage (Mike Colter), su abogada tenaz y ambiciosa Jeri Hogarth (Carrie Anne Moss) y una serie de personajes menores coloridos pero no por eso importantes.
El miedo es la emoción que mueve a Jessica.
Esta no es una historia de heroísmo tradicional sino más bien una representación bastante certera de un tipo de personaje real. Todos fuimos o conocimos a alguien como Jessica Jones: sarcástica, amargada, autoexigente, depresiva, autodestructiva, obsesiva. Ella, al menos, tiene razones válidas para ser así, y ahí entra lo interesante del asunto.
Jessica es una víctima de abuso. Previo a que comenzara la serie, ella fue controlada, manipulada y violada por un enigmático hombre con la habilidad de forzar a todas las personas a hacer todo lo que él quiera. Y a riesgo de sonar que estoy defendiendo a un abusador, tengo que decir que Kilgrave puede ser uno de los antagonistas más interesantes que vi en mucho tiempo, al punto que reivindica todos los puntos negativos de la serie.
Kilgrave agrega clase, humor, sadismo y genera interés gracias a un poder casi indetenible, una historia trágica y una tremenda vulnerabilidad física. Su historia tiene un arco de transformación y sus motivaciones son sencillas y hasta identificables: Hace todo por amor (aunque confunde “amor” con “posesión”). La serie hace un buen trabajo presentándolo como una amenaza y luego humanizándolo sin nunca perder de vista que es un psicópata que tiene que ser detenido.
Jessica, en cambio, resulta ser un personaje muy estático a lo largo de la serie. Ella no cambia, no mejora y se encuentra en capacidad de enfrentar sus demonios gracias a giros azarosos del destino. Es curioso cómo el miedo es la emoción que la mueve y aunque ella tiene una personalidad interesante, pocas veces muestra matices.
Jessica resulta ser un personaje muy estático a lo largo de la serie.
La protagonista está constantemente compadeciéndose, repitiendo lo mala persona que es, lo desagradable que es, lo desastrosa que es su vida, solo para que todo el mundo a su alrededor (y repito: todo el mundo) le diga que no, que es una heroína y un ángel y una salvadora y una tremenda persona.
Pero Jessica Jones no es una buena persona. Es una tipa amargada que creo que nadie querría como amiga. No todo comportamiento puede explicarse con “es víctima de un abuso”, más considerando que los flashbacks demuestran que ella era así antes del evento. En esta serie hay partes en las que la victimización es adecuada y partes en la que la victimización reemplaza con densidad los momentos auténticos y necesarios de desarrollo del personaje.
En definitiva, aunque su trauma y su reacción a tal están muy bien trabajados, su personalidad es la de una adolescente pseudo-rebelde en sus 30. Cuanto más se apoya el drama en su baja autoestima, más pierde fuerza ella como personaje, lo cual es problemático dado que ella es casi el único personaje útil. La excesiva auto-reflexividad socava la fuerza de los momentos privados y la transforman en un personaje pasivo, cuando ella no puede darse el lujo de serlo.
Aunque el interés se mantiene capítulo a capítulo, la serie no tiene los altibajos ni las complejidades morales que tenía Daredevil. Sus personajes son más realistas pero sus comportamientos y reacciones son mucho más simplistas. Toda la historia pasa de “atrapar a Kilgrave” a “matar a Kilgrave”. Si no hay pelea, la serie se vuelve burocrática y repetitiva. Si hay pelea, la serie se vuelve simplista.
Jessica Jones es una serie que no tiene desperdicio.
La creadora Melissa Rosenberg tiene un talento que se demostró en su época de guionista en Dexter, y que está muy presente en Jessica Jones, pero los diálogos no siempre son los mejores (“Estuve adentro de ti” le dice Luke Cage a JJ en la escena del rompimiento más ridícula del universo) y no hace ningún esfuerzo por esconder o suavizar un feminismo imperante en todos los personajes. No hay nada de malo con personajes feministas, pero cuando toda la población masculina se reduce a drogadictos, violadores, inmaduros, volátiles e intereses románticos, entonces hay algo que no anda bien.
A pesar de todo lo que pueda ser criticable, Jessica Jones es una serie que no tiene desperdicio. Las actuaciones son excelentes, la historia tiene su misterio y su enganche que hace difícil soltarla, los personajes se relacionan de maneras predecibles pero interesantes y las fuerzas de antagonismo están trabajadas de una manera impecable. Está llena de apologías a distintas cosas, trabaja el tema del “control masculino” con la sutileza de un tornado en un bazar, pero aunque sea una serie a la que fácilmente se le ven los hilos, promete mucho para una segunda temporada.