Que el terror es uno de los géneros más negados o subestimados a la hora de nombrar films con contenidos relacionados con lo que los voceros del arte denominan artístico no es ninguna novedad. Sin embargo, algunos de sus exponentes lograron atravesar esas preconcepciones arcaicas y elitistas para ganarse un lugar en ese Olimpo. La Masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre) de Tobe Hooper, estrenada en 1974 es uno de estos ejemplos.
Además de contar con este privilegio la película asusta y bastante.
Tobe Hooper utiliza una premisa simple que luego iba a ser copiada con resultados dispares por un montón de cineastas aventurados en este género, sin embargo, y esta es una de las explicaciones por las cuales La Masacre de Texas es única en su tipo, el director parte de esta idea como excusa para mostrarnos muchas de las inquietudes que tenían sus pares en aquella época pero por supuesto sin olvidarse de ese miedo e incomodidad que las películas de terror deben transmitir para al menos cumplir su objetivo.
Al momento de idear el film el director trabajaba como docente en la Universidad de Austin y como camarógrafo en documentales. El film fue rodado con una cámara Eclair NPR de 16 mm equipada con un lente Carl Zeiss de 8mm y un Zoom Angenieux 12-120mm. El dato técnico no es menor ya que la adaptación de los respectivos lentes a esa cámara da como resultado una imagen que genera una sensación muy particular que al unirse con recortes de encuadre y cámara en mano muy propios del cine documental permiten empezar a entender las razones por las cuales el film resulta tan perturbador.
En cuanto a la fotografía y el uso del montaje la obra desafía constantemente los cánones. Los planos contrapicados que se utilizaban (y se utilizan) tradicionalmente para magnificar el poderío del malo de turno se invierten en el film utilizándose en las victimas. La decisión de eliminar primero a los personajes con perfil heroico sin generar con eso un intento de clímax dramático efectista es otro punto a destacar dentro de este apartado. Un hombre vestido de carnicero irrumpe en escena de manera tan imprevista como salvaje. Sus dos metros de persona se roban el cuadro y dan un mazazo letal al “bonito” del grupo. Un balde de agua fría. No hay lugar para inserts de presentación ni para que el espectador haga una configuración de personalidad. El tipo es enorme, tiene una máscara hecha con piel y usa una maza. De esa manera tan contundente se presentó ante el mundo y ante la historia de los films de terror Leatherface, uno de los Movie Maniacs más temibles.
La manera en que el Cara de Cuero elimina a los primeros jóvenes sumada al manejo de la fotografía antes planteado y al cartel que al comienzo nos advierte que “La película que van a ver es el relato de la tragedia que se abatió sobre un grupo de cinco jóvenes…” nos hablan de una decisión muy marcada de Tobe Hooper por calar de manera psicológica en los espectadores. Está decisión está acompañada por una manera brillante de trabajar con el fuera de campo.
Es interesante ver que es realmente lo que el film muestra y lo que da a entender. Muchos consideran que tiene un alto contenido de violencia gráfica, sin embargo, en más de una ocasión y por un manejo en colaboración del plano y el montaje se nos privan elementos que nuestra mente completa con exactitud. La escena por excelencia de este proceso es en la que Leatherface cuelga a Pam de un gancho de carnicero. Un plano conjunto del asesino cargando a su víctima con referencia en el gancho en cuestión es seguido de planos detalle cortos editados a gran velocidad del gancho y el cuerpo de la joven desde diferentes ángulos. Al terminar la escena vemos a Pam gritando de frente a cámara por lo que nunca hubo en realidad ni siquiera sangre en esa escena, sin embargo, cualquiera que vea esa secuencia sabe perfectamente en que parte del cuerpo de la pobre joven se insertó el agudo filo. Este montaje de planos detalle y duración corta se repite en varias ocasiones a lo largo del relato, esta técnica quizás influenciada por Psicosis de Alfred Hitchcock, deja en el espectador no sólo los detalles gráficos sino además las motivaciones de los implicados. De esta manera y sin caer en sobrexplicaciones se despoja al espectador de su “lugar de comodidad” para perturbarlo.
Estos cambios en los cánones no resultan en el film caprichosos sino que esta lucha entre “Lo nuevo” y “Lo viejo” responde al argumento del film. Los “invasores” dejan de ser en este nuevo grupo de cineastas independientes los “malos” que vienen a poner en crisis el idílico modo de vida de los “buenos”. Los que invaden tanto en La Masacre de Texas como en Las Colinas Tienen Ojos (The Hills Have Eyes) (por nombrar sólo un exponente estilístico similar) son los buenos americanos. Vietnam sin dudas cambió los paradigmas. Es así como estos jóvenes con nuevas ideas pero también con mucho tiempo de ocio deambulan (en este caso con una justificación pero no siempre es necesaria) hasta que se topan con un contexto diametralmente opuesto al suyo. Ahí en una tierra donde el aislamiento parece reinar (la metáfora del reloj atravesado por un clavo lo resume todo) se encuentran con una familia patriarcal, cuya única figura femenina está representada por el mismo Leatherface que luego de cazar a algunos jóvenes vestido de carnicero se pone una máscara hecha con el rostro de una mujer y se disfraza de “ama de casa” para servir la comida. Hay discusiones sobre cuál es la mejor técnica para matar a las vacas en el matadero, si la vieja o la nueva. Hay referencias a como la electricidad y las demás tecnologías parecen haber arroyado literalmente a la familia que encontrándose despojada optó por aferrarse a objetos que pueden coleccionar (los restos de sus víctimas y sus pertenencias). Todo esto invita a reflexionar no sólo sobre las jóvenes víctimas y su rol en estos cambios sino además sobre los hijos de esa familia y si sus actos son conscientes o simplemente matan obedeciendo a los mandatos de sus antepasados más reaccionarios.
La Masacre de Texas en su aparente simpleza es una fuente inagotable no sólo de aristas que merecen analizarse sino también de referencias para cineastas que se vieron conmovidos tanto por el relato como por su puesta en escena marcando una bisagra en el cine de terror y convirtiéndose en el reflejo del cambio de un paradigma mayor. Una verdadera obra maestra.