Antes de hablar de las películas que arbitrariamente voy a catalogar como introductorias de este estilo cinematográfico y sus ricas facetas voy a empezar con un poco de historia.
En 1929 la editorial Arnoldo Mondatore Editore lanza una serie de novelas de misterio que compilaban a autores anglosajones como Agatha Christie, Edgar Wallace, Arthur Conan Doyle y John Dickson Carr entre otros. La que daba inició a lo que sería una serie legendaria fue La Strana Morte del Signor Benso de S.S Van Dine.
Esta serie tomó gran éxito entre el público italiano que rápidamente comenzó a diferenciarlas del resto del material de la editorial por sus llamativas portadas amarillas (en italiano: giallo). En 1946 la serie era una de las más vendidas del país y su nombre cambió a I Gialli Mondadori (La Mondadori Amarilla).
Las novelas que componían la serie iban desde policiales de procedimiento (poliziesco), misterio o deductivas, (giallo deduttivo), las hard boiled (de policías duros), noir, Giallos psicológicos, históricos y un largo etcétera. Lo curioso radica en que lo que se denominó Cine Giallo surgió de un subgénero dentro de ese etcétera que estaba reservado para historias de salvajes asesinos psicópatas que perseguían bellas mujeres y que eran enfrentados, no por policías o detectives, sino por personas civiles. Personas comunes que tenían la suficiente información o en algunos casos el ímpetu necesario para poner fin al tendal de cadáveres que estos homicidas dejaban a su paso. El Giallo como género cinematográfico surge entonces de la veta literaria más oscura de la ficción de explotación.
Mario Bava arranca de puntín
El gran Bava merece varios textos aparte para lograr explicar toda la maestría que encierra su prolifera carrera. En sus 30 años en la industria del cine, el hombre nacido en San Remo reflexionó sobre la belleza a través de sus películas. Esto, más que en un formalista lo convierte en un esteta. Se podría escribir largo y tendido sobre su filmografía y los autores que aún hoy lo toman como referencia, sin embargo, como el giallo es la óptica en la que lo convoco me voy a limitar a decir que en 1963 se estrenó La Ragazza Che Sapeva Troppo (La Muchacha que Sabía Demasiado), considerado para muchos la primera obra Giallo de la historia. Acá el director hace un Hitchcock a la italiana y lo mezcla con grandes dosis de humor. Tal vez la semilla de este género se plante allí en el 63, el mismo año en que curiosamente Herschell Gordon estrena Blood Feast, el primer film gore de la historia; pero la piedra angular, el molde y alfa del género según mi caprichoso punto de vista vendrá un año después con Sei Donne Per l’Assassino (Seis Mujeres para el Asesino).
En Seis Mujeres para el Asesino, Mario Bava desarrolla un despliegue visual demoledor. La fotografía juega con sombras que rebanan a los personajes antes que lo haga el psicópata de turno, los colores rojos son tan intensos que lastiman e hipnotizan al mismo tiempo y la cualidad surrealista de la puesta en escena se completa con luces violetas, azules y verdes cuidadosamente ubicadas para lograr diversos efectos emocionales. La escenografía coquetea con el gótico que, sumado al trabajo del color antes mencionado resulta en un escenario sacado del paisaje mental de un desquiciado.
Bava dió en el clavo. Combinó una historia de explotación en donde lo principal de la trama es la intriga que genera descubrir la identidad del asesino sin rostro con las bases fundamentales de lo que fue el cine expresionista alemán de los años 20, tanto en lo pictórico como en la interpretación actoral. De esta manera, dio a luz una película que golpea con tanta fuerza que resulta difícil reponerse rápidamente.
Sei Donne Per l’Assassino parece buscar incansablemente una distancia entre el espectador y las victimas que retrata. El film es (en sí) una atmosfera extraña, un viaje por un laberinto barroquista y ensoñado, en el cual, los estilizados asesinatos se suceden en un tono casi poético. El director no pretende que miremos la muerte con frialdad, no nos equivoquemos, su deseo es que tomemos la suficiente distancia como para comprender (o tal vez sólo baste sentir) que de lo que se está hablando es de sexo disfrazado de otras cosas. Eso es Cine Giallo.
