“Reinaba la intranquilidad.
Ella, tímida, inclinaba la cabeza para que él se acercase.
Pero a él le faltaba valor.
Ella dio media vuelta y se alejó.”
(In the mood for love – 2000)
Muchas son las citas que podría transcribir en este texto para hablar de uno de los mejores -desde mi subjetividad- directores contemporáneos. También podría limitarme y definir su obra invitando a todos los lectores a acercarse a la filmografía de este autor, ya que en sus producciones descubrimos cine de otros directores. Y así, como WKW se sirve de atmósferas europeas para sus relatos, otros cineastas toman de él su esencia para narrar el mismo deseo de amar.
Wong Kar-wai, nació en Shangai en el seno de una familia artística y a sus 5 años se trasladan a Hong Kong, ciudad donde, por su idioma diferente, él no podía relacionarse fácilmente. Por ese motivo, su visita al cine en compañía de su madre, se vuelve recurrente y enriquecedora para su futuro artístico. Aquello que comenzó siendo un pasatiempo, un período de adaptación, se convierte en su expresión. Tal vez, WKW comprendió que si el idioma es una barrera para comunicarse existen temas universales como el amor que pueden ser trasmitidos en el ascenso del humo de un cigarrillo, en una cabina telefónica, en el reflejo de una luz de neón.
No es mi deseo explayarme y realizar un informe sobre cada una de sus películas sino centrarme en una breve producción. Revisando su obra, descubrí cual de todas sus creaciones es la que concentra su mirada, sus sentimientos y deseos. Es así que en apenas tres minutos WKW resume su sensibilidad y pasado, en un corto que realizó en 2007 con motivo de los 60º años del Festival de Cannes: I Travelled 9000 Km to Give it to You.
Con un diálogo de Alphaville (Jean-Luc Godard – 1965) de fondo, el rebote de luz de la pantalla que apenas ilumina un rostro masculino, música y unos pocos símbolos, WKW cuenta y entrelaza un arrebato amoroso. Bajo esa penumbra, un par de zapatos rojos estallan de placer rodeados de naranjas que ruedan. Así WKW sintetiza aquello que nunca mostró y retroalimenta el deseo puro para el devenir de sus obras. De este modo, en pocas escenas, logra expresar la pasión más profunda, demostrando su habilidad creativa.
Como mencionaba antes, WKW se nutre de la influencia de muchos directores franceses para narrar sus propias historias, de esta manera toma distintos elementos para trasformarlos a su medida. Películas como Hiroshima Mon Amour (1959) y El Año Pasado en Marienbad (1961) de Alain Resnais, tienen su evidente homenaje en In the Mood for Love (2000) y 2046 (2004). Hasta me atrevo en agregar que el arte de títulos del DVD de Hiroshima… y el de In the Mood… son exactamente iguales.
Analizando las obras del director chino bajo un filtro francés, pero poniendo el foco en el corto antes mencionado, he decidido centrarme en las manos de algunos personajes femeninos como símbolo amoroso. Porque las manos de Maggie Cheung son las únicas que conozco, en mi corta vida cinematográfica, que pueden sostener un vaso de té tan delicadamente sin intentar resbalarse. Porque las manos de Norah Jones son las únicas que pueden descansar sobre un mostrador creando una sutil coreografía. Porque las manos enguantadas de Faye Wong son las únicas que pueden danzar cariñosamente al ritmo de California Dreaming mientras arroja avioncitos de papel.
Pero con esta revisión, descubro que las manos de Emmanuele Riva que acarician con placer el cuerpo de Eiji Okada, se traducen en la escena donde Michelle Reis (Fallen Angels - 1995) se autosatisface sobre la cama para recordar la intimidad con él. Pero también están las manos de A que quizás el año pasado, acariciaron a X y pueden ser las mismas manos que el novio de Mimí/Lulú intenta inmortalizar en el androide, mientras viaja al futuro para recordar su amor.
El deseo, el contacto físico, la experiencia absoluta de un momento de placer, son acciones y sensaciones que se sintetizan en el corto I Travelled 9000 Km… Porque esa mano que rechaza el contacto masculino en un primer momento, se arrepiente y busca nuevamente el calor y la satisfacción. Ese gesto, claramente, es la culminación del deseo antes prohibido por los prejuicios de la época, por los recuerdos que pertenecen a un pasado nostálgico, por las distancias y frustraciones, por el mismo fluir del tiempo.
Luego de este largo viaje en tren, concluyo manifestando que la mirada de WKW está puramente influenciada por una mujer. Tal vez aquella que lo guió hasta el cine, tomado de su mano.
“Él recuerda aquellos años como si mirara a través de un cristal cubierto de polvo. El pasado es algo que podemos recordar pero no tocar y todo lo que se recuerda es borroso y confuso.“ (In the Mood for Love – 2000)