Estás obras maestras no necesitan introducción, solo esta certeza, hay que verlas:
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Zatoichi (Japón, 2003, dirigida por Takeshi Kitano)
Kitano regresa. Kitano siempre regresa. El director que volvió a poner al cine japonés en los primeros planos con su Flores de Fuego (logrando un reconocimiento mas allá de las esferas de culto) logró una obra maestra fuera del género de yakuzas que lo había consagrado, ¿y donde lo hizo?, en el mítico género de Samuráis.
Corría el año 2003 y se esperaba con ansiedad su primera incursión en el cine japonés de época. Más cuando se consideraba que tomaba a un personaje clásico como Zatoichi, masajista ciego y errante, y que secretamente es un espadachín consumado. Pero no era extravagante esa elección. Lo bufonesco del personaje replicaba perfectamente el entertainer que es Kitano (no hay que olvidar su comienzo como comediante en la dupla de los Beat Brothers). Considerando que la yakuza ya aterrorizaba a los pueblos de la antigüedad, solo tuvo que trocar pistolas por espadas. Esta combinación era el perfecto caldo de cultivo para que Takeshi saltara en el tiempo hacía el clásico japonés sin perder un ápice de su autorismo.
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La historia es la de varios personajes. Kitano interpreta el papel de masajista ciego (y teñido de rubio!) que llega a un pueblo dominado por una organización criminal. Hay dos hermanos que recorren los caminos realizando el baile tradicional Kabuki. Después esta el tonto del pueblo que esta endeudado por jugar en las casas de apuestas de los mafiosos. Y finalmente hay un Ronin (genial Asano en el papel) como antagonista contratado por la yakuza, y que además, tiene a su mujer enferma.
Encontramos en el film sus planos estáticos y sus primeros planos, su violencia contenida y el éxtasis de sus explosiones sangrientas. También el humor solapado y en otras ocasiones, meramente físico. Todas marcas de este autor que sigue más vigente que nunca. La celebración del final en el pueblo es antológica. Imposible perderse esta fiesta.
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Battle Royale (Japón, 2000, dirigida por Kinji Fukasaku)
Kinji Fukasaku es un prócer de la cinematografía japonesa. El autor de obras maestras como Lobos, Cerdos y Hombres (1964), The Yakuza Papers (durante la década de los 70) y Cementerio Yakuza (1976) dejó como última película esta genialidad. Documento de estos tiempos, Battle Royale (basado en una novela) es un violento drama en donde adolescentes son llevados a una isla en donde deben matarse mutuamente. El futuro que propone no es tan lejano, y en esta distopía los jóvenes ya no respetan ningún tipo de autoridad, los adultos les temen y con suma responsabilidad, los han dejado a la deriva. La forma de atemorizar a los jóvenes por parte del gobierno es a través de una Ley, la del Battle Royale. Una vez al año un grupo de estudiantes es elegido al azar y llevado a una isla donde deberán enfrentarse durante tres días o hasta que solo quede un sobreviviente.
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Provocador como siempre, este testamento fílmico también causo controversia y un agitado debate social, y como no podía ser de otra manera, fue todo un éxito en taquilla. El debate incluso llegó al gobierno y el partido demócrata pidió su prohibición por "incitar al crimen" y "destruir el orden".
En este clásico de culto, la autoridad juega un papel principal y los militares (sombra constante del imperialismo japonés) son la mano ejecutora. Ellos custodian la isla y son los que se encargan de entregar el kit de supervivencia a cada uno de los estudiantes. Las armas que les serán entregadas pasarán desde ballestas, granadas o revólveres hasta binoculares, veneno o una tapa de cacerola (?). Algunos jóvenes disfrutaran del juego y otros solo intentaran mantener la cordura. Takeshi Kitano interpreta el papel de profesor del curso, en su impasible rostro podemos ver el reflejo de una sociedad japonesa desconectada y rigurosa. No apta para estómagos sensibles, es ya un clásico del cine japonés. Debido al éxito Fukasaku empezó a filmar la secuela, pero a mitad del rodaje fue diagnosticado de cáncer y ya no pudo regresar. La producción paso a manos de su hijo Kenta, el resultado final fue olvidable. Fukasaku nos dejó además de una rabiosa filmografía, esta estremcedora última película, digna de su leyenda.
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Infernal Affairs (Hong Kong, 2002, codirigida por Alan Mak y Andrew Lau)
Un hombre entra infiltrado en la policía pero forma parte de las triadas hongkonesas. Otro entra en las triadas pero es en realidad un policía encubierto. Uno es Andy Lau, el otro Tony Leung. Es imposible no desear que los dos salgan triunfantes de esta historia. Tanto Lau como Leung entregan dos papeles inolvidables en esta película de infiltrados. Este gran film fue rehecho en EEUU a manos del gran Scorcese (con la finalmente ganaría el Oscar al mejor director) en 2006. Pero la versión original es superior por varias razones. Primero, porque es tan directa y concreta que la tensión no deja espacio para el respiro, su montaje vertiginoso y narración trepidante nos mantienen en vilo durante 100 maravillosos minutos. Segundo, por los dos actores antes mencionados. Ellos nos crean tal simpatía que se nos hace imposible ponernos de lado de alguno de los dos, ahí esta el genio de la obra, ambos seres sufren en su mentira, son marionetas comprometidas en cumplir con su deber. Uno no puede evitar imaginarlos amigos, de hecho, en un leve cruce que comparten, su charla nos deja traslucir que en otro contexto serían amigos pero es el destino quién los coloco enfrentados, jugando a ser "topos" para fuerzas que no pueden controlar. El film tiene incontables momentos de tensión en los que no podemos imaginar para qué lado se va a inclinar la balanza de mentiras.
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Como si fuera poco, como jefe de policía esta Anthony Wong (habitual de Johnnie To: Exiled, The Mission, Vengaence) y como líder mafioso Eric Tsang (actor mayormente que hace comedia pero que aquí se luce como un ser impredecible y brutal). Los directores de esta genialidad son Alan Mak y Andrew Law que repetirían en dos secuelas, siendo la segunda una precuela en realidad. Estás no alcanzan el ingenio de la primera pero solo por ser este un listón demasiado alto y no por otra razón. Un film que define claramente el cine de Hong Kong conformado como industria: estrellas, estilización y un vértigo trepidante.