A Story of Children and Film, de Marc Cousins (Sección: Panorama) por Gabriela Avaltroni. Puntaje: 8.
Dicen que las mascotas y los niños en el cine se llevan toda la atención y más aún si la historia se encuentra focalizada en la niñez. El documental o ensayo que realiza Marc Cousins, ubica en plano fijo a sus sobrinos mientras juegan. La esencia se halla cuando distintos estados se despiertan involuntariamente mientras se familiarizan con ese objeto inmóvil hasta ignorar su presencia. Esas emociones captadas, de manera natural, son comparadas a través de fragmentos de actuaciones de niños en distintas películas sin discriminar su procedencia, año o realizador. La timidez, los berrinches, la imaginación y las miradas, son algunas de las acciones espontáneas que se encuentran en la realidad y en la ficción de igual manera. La representación de la niñez como un lugar siempre puro desde cualquier lado que se lo mire.
20.000 Days on Earth, de Iain Forsyth y Jane Pollard (Sección: Competencia Internacional) por Laura Dal Poggetto. Puntaje: 7.
Nick Cave tiene su propio in memoriam en vida de la mano de los realizadores Iain Forsyth y Jane Pollard. El músico australiano que siempre va de traje (por lo menos comprobamos que no duerme en él) co-escribe y protagoniza el “docu-ficción” que retrata un día en su vida, estructurado en tres actos: una sesión con su terapeuta, una visita a su archivo personal y una película en el sillón con sus hijos preadolescentes. Otro relato atraviesa a éste, compuesto por escenas de grabaciones y presentaciones en vivo con sus compañeros de los Bad Seeds, donde la voz gutural de Cave resuena y su alto y aún flaco cuerpo se desarma e hipnotiza. Las otras secuencias que atraviesan al film, lo encuentran manejando su auto por Brighton –donde reside hace varios años con su esposa e hijos-, charlando con sus “fantasmas del pasado”: el actor Ray Winstone (Bestia Sexy, Noé), el alemán y ex compañero de banda Blixa Bargeld y Kylie Minogue, su ex pareja y con quien tuvo su mayor hit: Where the Wild Roses Grow, de sus Murder Ballads.
Sus monólogos, sus charlas con su compañero Warren Ellis, su psicólogo y hasta con los empleados del archivo exploran parte de sus obsesiones. A sus cincuentaylargos, Cave, ya no el punk rocker de The Birthday Party, se enfoca en la memoria, en la personal y la que lo construye como personaje (ergo su idea de armar un archivo de su vida). Pero por otro lado, insiste en la (casi cliché) idea de haber querido siempre ser otro. Y para eso, debe olvidar quién es.
20.000 Days on Earth lidia con ciertos problemas de los retratos fílmicos de personajes. Si bien nunca recae en un tono denso, y por momentos es directamente cómica (el mejor ejemplo es la elección del film que ve con sus hijos), seguir los postulados de nihilismo pop en la voz en off de un hombre que se piensa y re piensa a sí mismo puede resultar un ejercicio de narcisismo insulso, incluso para un público insertado en la “generación del yo”. Por suerte, cuando el interés está por menguar, ahí aparece el escenario, esperando a Cave como medio para canalizar esas ansias de despegarse de sí mismo y demostrar grandilocuentemente que puede ser el pastor de su propia iglesia.
Un Château en Italie, de Valeria Bruni Tedeschi (Sección: Competencia Internacional) por Gabriela Avaltroni. Puntaje: 5.
Tercer largometraje de Valeria Bruni Tedeschi, una excelente actriz que ha trabajado con innumerables directores en su carrera -como Ozón, Chabrol, Denis y muchos más- pero como realizadora no refleja lo mismo. Tedeschi, además de ser la protagonista, interpreta a una actriz que ha dejado su profesión para intentar ser madre, acompañar a su hermano enfermo y brindar pequeños gestos de caridad. Narrada a modo de capítulos estacionales, la película comienza claramente presentando todas las situaciones de una manera prolija y dramática pero en su intento de mostrar escenas graciosas y descontracturadas, derrapará en lo vulgar e insoportable. Hasta Louis Garrel, actúa mal…
The Raid 2: Berandal, de Gareth Evans (Sección: Panorama) por Nicolás Viademonte. Puntaje: 9.
La secuela del gran film de acción/artes marciales estrenado en 2011 bajo el nombre de The Raid es una bestialidad. Son dos horas y media de tiros, piñas, huesos rotos, sangre y más sangre. Gareth Evans vuelve a la dirección para continuar los sucesos de la primera entrega, donde Rama lograba desbaratar a pura patada voladora una poderosa banda narco que operaba clandestinamente en un edificio en Indonesia. Ese film tenía como principal virtud el aprovechamiento al máximo del opresivo ambiente elegido y la espectacularidad en los movimientos y golpes de Iko Uwais.
Evans podría haber ido a lo seguro y llevar adelante una secuela/remake poniendo a Uwais en similares condiciones de encierro (el teaser tráiler con la escena de la cárcel daba que pensar que eso podía suceder) para que la ampliación de escenario no le juegue una mala pasada a su poca experiencia cinematográfica. Pero la cuestión es que Evans patea el tablero y amplia el universo de su predecesora narrando en The Raid 2: Berandal un thriller de acción que nos muestra a un Rama infiltrado en una organización criminal para conseguir encarcelar a sus capos y a los policías corruptos que les propician un contexto óptimo para sus negociados.
En la primera parte la historia era un mero vehículo de transporte para ese festín de artes marciales que seguía, acá en cambio es el motor de la película. Hay traiciones, negociados, corrupción, topos y todos los condimentos necesarios para narrar un muy buen producto. Pero si queríamos ver una película de esas características mirábamos Infernal Affairs , Donnie Brasco y listo, si vamos a ver The Raid 2: Berandal es porque buscamos que el sonido de un hueso quebrado nos levante la jornada. Y eso se cumple con creces en esta secuela. La originalidad, la energía, el dolor transmitido y las variantes en cuanto a escenas de lucha cuerpo a cuerpo que maneja el film son increíblemente impactantes. Desde peleas en un tren, en una cocina, en un boliche, en una pequeña celda, en el barro, todas tienen una cualidad, un elemento que las destaca. Todas tienen ese “algo” que las hace únicas. Y también hay enemigos a la altura de la destreza mostrada por Rama, dejando para el final a dos ¿hermanos? cuya especialidad es manejar con gran capacidad dañina dos armas poco convencionales y un experto en pencak silat que harán de los últimos 40 minutos una panzada interminable de acción que dejará empachado nuestro apetito.
Grand Central, de Rebecca Zlotowski (Sección: Competencia Internacional) por Gabriela Avaltroni. Puntaje: 7.
Todo triángulo amoroso es peligroso y peor aún si transcurre en las cercanías de una planta nuclear. Tahar Rahim y Léa Seydoux son los amantes de esta historia, ambos trabajan en la central y viven en un campamento teniendo como telón de fondo las chimeneas humeantes pero también funciona como una especie de barrio que alberga al resto de los empleados. La tensión y el riesgo, se vive en la planta y en los pocos metros que separan los remolques de los protagonistas. El sonido de la sirena, como alarma para medir el grado de toxicidad corporal.
